
La obesidad se define como un aumento del peso corporal a expensas del incremento de la grasa. Para definir la obesidad habitualmente se utiliza el Índice de Masa Corporal que se calcula dividiendo el peso del individuo en kilogramos entre la talla o altura en metros al cuadrado.
Con el IMC podemos averiguar si el peso del individuo es o no correcto, si existe sobrepeso, obesidad, y los grados de ésta.
Las personas con IMC mayor de 30 tienen un riesgo mayor de padecer una serie de patologías como: diabetes (el exceso de peso provoca resistencia a la insulina y puede producir intolerancia a los hidratos de carbono), hipertensión arterial (al aumentar el tamaño corporal el trabajo que debe ejercer el corazón es mayor, aumentando los valores de la presión arterial), hiperuricemia (aumento de los valores del ácido úrico en sangre) y gota, colelitiasis, hiperlipemia (niveles altos de colesterol y triglicéridos en sangre que conllevan otros factores de riesgo), enfermedades respiratorias (apnea, ronquido), enfermedades cardiovasculares, etc.
Otro de los parámetros importantes es el patrón de distribución de la grasa en el organismo. Así, la distribución abdominal de la grasa es un marcador del riego cardiovascular más sensible incluso que el IMC. Un perímetro de cintura abdominal mayor de 88cm en la mujer y mayor de 102cm en el hombre indica riesgo cardiovascular y por tanto un mayor riesgo de infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.
Aunque son muchos los avances realizados en la investigación de la obesidad, todavía no se han conseguido aclarar totalmente los mecanismos que intervienen en el proceso. Se sabe que existen genes implicados, pero la alimentación y el tipo de vida actual influyen decisivamente. El sedentarismo , el aumento de grasas y carbohidratos refinados contribuyen al aumento de incidencia de la obesidad.